Mirar el mundo desde la perspectiva de los niños
Las personas realmente inteligentes cognitiva y emocionalmente tienen una virtud fundamental, que es la capacidad de mirar la realidad desde la perspectiva de los otros y es por ello que pueden cambiar y anticipar las consecuencias de sus actos, en función de las señales que captan de su medio social.
Un buen ejemplo de cómo esta capacidad de mirar el mundo, desde la perspectiva del otro, puede generar cambios, lo constituye en el campo de la educación, María Montessori, quien fue la primera mujer en licenciarse en medicina en Italia. A ella le interesaban mucho los niños, y al visitar los jardines infantiles y las escuelas de educación básica, se dio cuenta de que en gran medida, estos establecimientos educacionales, estaban pensado desde la perspectiva de los adultos y no desde la mirada de los niños. En su opinión los muebles eran grandes y pesados, las reglas eran militarizadas y estaba ausente en el currículum la naturaleza y el color.
La mirada de María Montessori se centró en ver qué es lo que los niños requerían y les interesaba. Así diseñó muebles apropiados para su tamaño, juguetes educativos atractivos, y se preocupó que la naturaleza y la vida cotidiana estuvieran incluidos en el currículum de los niños. Este cambio de mirada, sin duda -aunque no suficiente aún- cambió el mundo de la educación, y comenzó a atender las necesidades de los niños.
Cuando un niño de pocos años es arrastrado por un centro comercial durante horas -incluso a lo mejor no querrá ir porque como decía un niño pequeño: “solo veo rodillas”- implica una visión adultista. Posteriormente y de manera lamentable irá acomodando su visión de mundo, y a lo mejor perderá muchos de sus intereses por la naturaleza y por el juego, y tenderá a desarrollar su espíritu consumidor, porque se hará por costumbre adicto.
Otro ejemplo de mirar al mundo desde la perspectiva de los niños, lo constituyó la institutriz Hellen Keller, quien fue capaz en esa época de enseñar a una niña ciega y sorda-muda, y desarrollar su inteligencia social. La fuerza de un vínculo entre ambas, que duró toda la vida, la iluminó para enseñarle desde lo que ella podía aprender. No es casualidad que la primera palabra que ella lograría decir fuera “doll”, muñeca en inglés, pues muy probablemente, esta muñeca era en el mundo de esta pequeña niña un elemento central de su seguridad afectiva. También le enseñó a partir de las vibraciones de los labios a hablar y ella aprendió a hablar no sólo su legua materna sino varios idiomas. Esto es saber desde la mirada de un niño.
Quizás sería bueno hacer un esfuerzo consciente y deliberado, ojalá con un papel en mano, para ver qué están viendo y viviendo nuestros hijos del mundo, y a qué experiencias los estamos exponiendo. Piénselo y a partir de allí a lo mejor puede diseñar para ellos experiencias y actividades que estén más acordes a su desarrollo y a sus intereses infantiles.
Quizás sería bueno dar vuelta su forma de mirar los problemas, ponerse en los zapatos de los hijos, mirar el mundo con sus ojos. Quizás eso nos abra perspectivas que enriquezcan la forma de educar y relacionarnos con los niños.
Por: Neva Milicic (sicóloga)
Hace 15 años
8 comentarios:
Una infancia infeliz
He tomado el nombre poco esperanzador de este capítulo del libro del psiquiatra italiano, Luigi Cancrini, Océano Bordeline, que -si bien es su libro especializado orientado a psicólogos y psiquiatras para quienes debiera constituir una lectura obligatoria- presenta una lúcida reflexión, sobre los efectos de una infancia que es atendida en forma negligente, y acerca de cómo la negligencia afectiva, afecta la formación de la estructura de personalidad de los niños, dejándola expuesta a daños que serán difícilmente recuperables.
Estoy segura, que los hijos y las hijas de los lectores de esta columna, no caerán dentro de esta categoría, pero quisiera recalcar cómo todos somos co-responsables de los niños que nos rodean y de pensar, cómo podemos contribuir a que tengan infancias más felices y mejores sistemas educativos. El psiquiatra chileno radicado en España, Jorge Barudy, plantea algo que me hace mucho sentido, que se dice en África: “Se necesita toda una tribu para cuidar un niño”. Con esta idea en mente cabe preguntarnos: ¿Cómo contribuimos cada uno de nosotros a la felicidad de nuestros niños?
Cancrini analizando a uno de sus pacientes con trastornos de personalidad antisocial, es decir personas que han delinquido, sostiene que en las personalidades de esta naturaleza, han influido dos elementos esenciales. Textualmente plantea: “La negligencia y el rechazo que el niño ha aprendido a sufrir en silencio (su llanto no convoca a nadie a su lado), se transforma fácilmente en agresividad, pero también se presenta como una forma de distanciamiento negligente y de aparente indiferencia por la vida, por la suerte del otro, a quien le causa sufrimiento o daño”.
Prestar atención a las necesidades infantiles, es una de las formas en que los niños van creando vínculos de ternura y apego. El abandono que siente un niño, que no es atendido y bien tratado pasa la cuenta posteriormente, no sólo a la salud mental de ese niño, sino que afecta a la sociedad.
No es trivial que se atienda al llanto de los niños, que es la forma de expresión natural cuando son pequeños. Tampoco que más grandes requieran de cuidado y atención.
Continúa diciendo más adelante: “La falta de respeto que los adultos mostraban por el niño indefenso cuando le pegaban y/o le humillaban sin reconocimiento, lo transforma en una persona con rasgos antisociales que ejerce la violencia de modo más o menos casual, contra personas a las que no conoce, ni reconoce”. Esto nos alerta a lo destructivo que es el castigo físico, aplicado por las personas que debían cuidar al niño.
Otro elemento esencial que recuerdan los niños que han tenido infancias no felices, es la continua presencia de desvalorizaciones denigrantes, que afectan la formación de su imagen personal, ya que constituye una disconfirmación continua de las personas, que deberían ser más nutritivas. A veces buenos padres, utilizan estas desvalorizaciones como un medio que equivocadamente piensan educativo o como una forma de desahogarse, utilizando frases del tipo: “Cómo puede ser tan tonto”, “Otra vez lo echaste a perder”. Hay padres que por su estructura de personalidad, o por la forma en que fueron educados, tienden a utilizar esta forma de relación que -además de hacer sentir al niño que no vale mucho y que no es capaz de nada-, daña la relación con sus padres, a quienes pueden llegar a sentir más como perseguidores que como figuras protectoras.
Para que los niños puedan tener una infancia “suficientemente feliz”, ninguna lo es del todo, se requiere de padres con capacidad para estar alerta a sus necesidades y sufrimiento. Que, a pesar de lo adversas que puedan ser las situaciones, sean puntos de referencia seguros, que al niño le dan sensación de cuidado, amor y protección.
Y es nuestro deber estar atentos y ver cómo podemos ayudar a aquellos niños, que están muy cerca nuestro, a tener infancias felices.
Por: Neva Milicic (sicóloga)
¿Vivir el presente o trabajar por el futuro?
El equilibrio entre la dualidad de vivir el hoy o centrarse en el mañana, no es fácil de lograr. La lectura del párrafo que se transcribe a continuación, de la novela de Javier Cercas “El vientre de la ballena”, me sugirió el título y el tema de esta columna. Él escribió:
“El personaje de carácter es el que vive instalado en el presente puro, en el puro borbollear del instante, sumergido en el gozo permanente y sin finalidad en la pura afirmación vital.
El personaje de destino, en cambio no vive para el presente, sino para el futuro, porque sólo haya satisfacción en la empresa cumplida, una empresa que por lo demás, una vez cumplida pierde todo su atractivo y debe ser sustituída por otra, de tal forma que el personaje de destino cambia el sosiego del personaje de carácter por la ansiedad sin fondo del logro permanente”.
Aunque esta clasificación es un poco arbitraria en su denominación y hasta donde sé no se encuentra en ningún tratado de Psicología, corresponde ciertamente a dos tipos de personas, unas que disfruten del hoy sin pensar demasiado en el futuro y que son un poco como la cigarra de la fábula de La Fontaine y otras que viven orientadas al futuro y olvidan con frecuencia disfrutar el presente. Estas diferencias de carácter ya están presentes en la infancia.
Por alguna razón la mente humana tiende a pensar en forma de polaridades negativas o positivas, blanco o negro, bueno o malo, cuando la verdad es que casi siempre, los dos polos, son necesarios para tener un carácter equilibrado.
A ningún padre le gustaría tener un hijo con un carácter de destino, como llama Cercas, tan marcado que por estar orientado a un futuro que quizás no sabemos si vendrá o cómo vendrá, ello le impida disfrutar de los juegos y la compañía de sus amigos o de su familia.
Y tampoco ninguna familia quisiera que su hijo fuera incapaz de postergar alguna gratificación para cumplir sus objetivos, como por ejemplo, no pudiera dejar de conversar para atender en la clase, o no ser capaz de apagar la televisión para estudiar.
Disfrutar el momento y estar ahí, especialmente en la infancia temprana es una característica del desarrollo infantil. Sólo los niños son capaces de estar inmersos en el presente como si nada más existiera, lo que les permite aprender con intensidad vital y gozar en plenitud.
Resulta maravilloso ver a un niño o una niña inmersos en construir un castillo de arena, como si aquella fuera la única misión de su vida.
Otros niños que seguramente son producto de una educación familiar, en que el logro de las metas significativo es lo más central, desarrollan una actitud tan autoexigente que apenas logran algo, quieren conseguir otra cosa de inmediato, sin darse el tiempo para disfrutar, lo que lograron o bien aprovechar los espacios de diversión a los que como niños tienen derecho.
Ambos extremos -centrarse exclusivamente en el presente o bien focalizarse en el logro de metas- son negativos para el desarrollo emocional. Si bien es necesario estar orientados a la tarea y plantearse algunas metas y tratar de cumplirlas, es importante disfrutar de la tarea mientras se hace y conservar los espacios de diversión, libre de preocupaciones. Recordando siempre que en el logro de las metas, el camino también hace parte del viaje. Por lo tanto en esta aventura que es educar a un niño, es necesario prepararlo para ambas cosas. Disfrutar del presente y trabajar para el futuro en forma equilibrada.
Por: Neva Milicic (sicóloga)
La difícil tarea de reconstruir durante y después del divorcio
Quizás un valor que los niños pueden aprender a través de la difícil experiencia que es el divorcio para ellos, es el valor de la reconstrucción, es decir cómo poder volver a armarse y organizar una vida después de una crisis cuyos efectos son tan intensos.
Cualquiera que sean las razones por las que los padres han decidido poner término a un matrimonio, tal como plantea J. Wallerstein y Sandra Blakeslees en su muy buen libro sobre el divorcio, “¿Y los niños que?”, es necesario empezar la tarea de reconstruirse, de ser una familia diferente. Ojala en lo personal busque para reconstruirse y descomprimirse, un espacio que no sean los hijos. Ir botando las rabias y los resentimientos asociados a toda pérdida, permite dejar espacios a nuevos sentimientos y experiencias.
Será necesario, y quizás sea lo más difícil, construir una relación diferente con la pareja. El otro o la otra, por enojado que usted esté, es el padre o la madre de sus hijos y para la salud mental del niño, es necesario que tenga en lo posible una buena imagen.
En la etapa post divorcio habrá que prepararse para ejercer la paternidad de una forma distinta. Cualquiera que haya sido el contexto y las razones de la separación, siempre será un proceso doloroso. Aunque usted sea quien lo haya decidido, aunque el amor ya no exista. El divorcio es una crisis y las crisis, aunque necesarias y aunque permitan crecer, dejan huellas. En toda crisis hay que dejar un espacio para la recuperación, para volver a tomar el control y para construir nuevos lazos sociales.
Con los niños la reconstrucción supone entender la nueva vida que comienza. Para él no importa quién es el responsable del divorcio, ellos se atemorizan y aunque lo hayan esperado, lo que viene les parece un horizonte cargado de tristeza. Lo que usted entiende sobre el divorcio, es diferente a lo que ellos procesan y están habitualmente muy preocupados, de qué va a pasar con ellos.
Hay que ayudarlos a mantener ciertos lazos estables, cuidar las relaciones previas con la familia extensa. No hay que agregar sufrimiento innecesario, a las pérdidas que ya tienen.
Para los más chicos es más complejo, porque entienden menos y cuentan con menos recursos para elaborar la situación. Por eso no es raro que vuelvan a chuparse el dedo o a hacerse pipí. Prestarles atención y acogerlos con mucho afecto y ternura, intentando mantener ciertas rutinas, es la única alternativa.
En los niños mayores, la rabia suele ser una expresión que asume un papel central, especialmente si no tiene espacio para elaborar sus conflictos. Los sentimientos agresivos pueden resultar muy invasivos.
A veces la rabia tiene la forma de agresión hacia el padre o la madre lo que si bien es comprensible, es necesario poner los límites afectuosamente. El niño o la niña debe sentir que su madre y su padre, son personas a las que debe respetar, que están pasando por un problema entre ellos, pero que los quieren muchísimo.
Tenga cuidado cuando que, a veces, sus legítimos deseos de venganza pueden llevarlo a hacer tonterías que dañen a sus hijos. En esa espiral mutua de agresión que suele ser el divorcio, los daños pueden ser incalculables. Lo que sucede con los adultos deber ser un tema entre ellos y si se necesita ayuda (siempre se necesita) es necesario pedirles a otros adultos, que apoyen y hagan mediación.
No utilizar a los niños para agredir al otro, los niños no pueden ser las armas.
Una enseñanza importante durante y después del divorcio, es el valor de la reconstrucción emocional, de sí mismo, de la relación con su ex-conyuge y con sus hijos.
La fortaleza y el apoyo que usted pueda brindarles y mostrar, será para ellos un modelo en la vida adulta.
El niño irá procesando que por oscuro que se vea el camino actual y el horizonte, siempre hay alternativas para reconstruir y que muchas veces el sol brilla mejor después de la tormenta.
Durante la tormenta acójalo con ternura y cuidado, porque la falta de cuidado y protección, puede provocar daños más irreparables que la tormenta.
Por: Neva Milicic (sicóloga)
La inteligencia emocional y los primeros vínculos
Ciertamente, en los primeros vínculos emocionales que los niños establecen con sus padres es donde se encuentran los fundamentos de la inteligencia emocional.
Los niños, los adolescentes y los adultos -desde su nacimiento y durante todas las etapas del ciclo vital- tienen la tendencia a generar lazos afectivos, los que pueden variar en su forma, pero no en el fondo, que es la profunda necesidad de sentirse querido y aceptado. La característica y la fuerza de esos lazos según Bowly, el teórico más importante sobre apego, tendrá una importancia significativa tanto en el desarrollo infantil, como en la forma que se establecerán sus relaciones interpersonales en la edad adulta.
La importancia del apego seguro, que es indiscutible desde cualquier perspectiva teórica, radica en que el niño al sentir que sus padres y otras personas significativas, están cerca y disponible, para él o ella, experimenta una sensación de seguridad que le facilita la exploración del medio ambiente y de sí mismo.
En sus primeras experiencias con lo que los americanos llaman “los otros significativos”, vale decir todas las personas con las cuales se tienen lazos emocionalmente estables, determina la construcción de los “modelos operativos internos”.
El término de modelos operativos internos, que parece muy difícil, es el que explica la forma en que las personas se relacionan. Los modelos operativos se basan en el constituir modelos o representaciones mentales. Estos modelos que las personas construyen de sí mismo y de las relaciones que tienen con los otros, son de la mayor importancia para el desarrollo de la inteligencia social.
A través de estas representaciones se percibe el mundo real, se interpreta lo que sucede y cómo es su accionar. En ese sentido las representaciones dirigen la forma en que una persona se relaciona con los demás, lo que constituye sin duda una parte significativa de la inteligencia emocional.
Para desarrollar un buen apego con los hijos, que es la base del desarrollo de la inteligencia social y emocional, es necesario:
- Tener la capacidad de leer los estados emocionales de los hijos.
- Estar atento a responder a sus necesidades.
- Ser capaz de satisfacer sus necesidades de ser acogido y amparado, cuando los hijos sienten que necesitan la compañía de los adultos.
-Tener capacidad de establecer con los hijos conversaciones significativas, que favorezcan en ellos el reconocimiento y la expresión de las emociones, ya que los padres son las personas que modelarán la forma en que vivan sus emociones.
- Sintonizarse con los estados emocionales de los niños.
- Respetar su autonomía, para que se sientan libres y seguros en la exploración.
- Ser capaz de entregar consuelo, cuando alguna situación externa afecta en forma negativa.
- Ser capaz de estimular en los niños, la capacidad de establecer relaciones afectivas con otros niños.
Estas son algunas sugerencias que se derivan de cuáles son las características maternales y paternales que promueven en los niños un apego seguro, que es el cimiento para desarrollar una buena inteligencia emocional.
Por: Neva Milicic (sicóloga)
El origen de los valores de nuestros hijos.
Tal como plantea Javier Marías en el tercer tomo de su novela “Tu rostro mañana”, nunca se sabe con certeza cuál es el origen de las ideas y convicciones que nos van formando y que explican nuestro carácter. El autor plantea una preocupación central: ¿Cómo hay algunas creencias que calan profundamente en nuestro mundo interno y que actúan como una guía, y que sin siquiera habérselo propuesto, se hacen nuestras?
Algunas de las preguntas que se hace Javier Marías sobre el origen de las creencias, me parece que son pertinentes al momento de cuestionarse cuáles serían las influencias más decisivas que contribuyen a moldear la forma de pensar de nuestros hijos. Provienen: ¿De un bisabuelo, un abuelo, un padre, no necesariamente nuestro? ¿De un maestro lejano al que nunca escuchamos, y que educó al que sí tuvimos? ¿De una madre, de una aya, que la cuidó a ella de niña? ¿De unos libros que no hemos leído y de una época que no vivimos?
Ciertamente que a estas preguntas se podrían agregar una infinidad de interrogantes, que sería útil que los padres se formularan en función de tener al menos una noción aproximada de qué y quiénes influencian la forma en que nuestros hijos piensan y actúan, o que tal vez explican en forma importante lo que “no piensan” y lo” que no hacen” y que quizás sería bueno que hicieran.
Por ejemplo preguntarse ¿Quiénes son sus amigos más cercanos? ¿Qué libros eligen leer? ¿Quiénes son las personas de la familia, que ellos más quieren y admiran? ¿Cómo distribuyen y utilizan su tiempo libre? ¿Qué tipo de películas ven con más frecuencia? ¿Cuáles son los contenidos de sus programas favoritos de TV? ¿Con quiénes chatean?
La respuesta a cualquiera de estas preguntas puede iluminar a los padres y ayudarlos a percibir las influencias que su hijo(a) está recibiendo en los decisivos años de la infancia y la adolescencia. Cabría también preguntarse: ¿Son estas influencias a las que realmente queremos que estén expuestos? ¿Qué carencias podrían tener? ¿Cuáles otras influencias serían positivas para su mejor desarrollo cognitivo y emocional?
Una parte importante de la respuesta sobre cómo están operando las diferentes influencias sobre la mente de nuestros hijos la puede entregar la observación de la conducta de los niños, el análisis de sus temas de conversación, los juguetes que eligen, los compañeros con quienes les gusta estar, los programas que prefieren ver, los lugares que les gustaría visitar, la música que quieren escuchar, los blogs que escriben, los sitios de internet que visitan y los libros que quisieran leer.
Además de esta observación del comportamiento de los hijos, el darse espacios relajados para tener una conversación con ellos(as) sobre su opinión sobre diversos temas y sobre cómo se originaron sus posiciones al respecto, puede dar luces a la familia sobre qué influencias se podrían agregar, así como también da la posibilidad de evaluar si las influencias que están actuando sobre los hijos aportan positiva o negativamente a su desarrollo personal.
Hay que recordar que estas influencias que actúan sobre los niños determinan en forma significativa su visión de mundo. Lo que se piensa y cree en la infancia y en la adolescencia se va consolidando en sistemas de creencias que orientarán su accionar, transformándose en una especie de mapa mental a través del cual irán recorriendo el camino que les tocará vivir.
Por: Neva Milicic (sicóloga)
Cuidado con el autoritarismo
El otro día asistí a una excelente conferencia sobre “La representación social de la infancia”, de la sicóloga Josefina Martínez, en que ella enfatizó el daño que una visión adultista ha causado en los niños, ya que se preocupa exclusivamente de lo que llegarán hacer y ser, sin atender a la necesidad que los niños lo pasen bien y de lo que hacen hoy.
Aunque la infancia es un período tan corto, sostenía ella, y representa un espacio muy limitado de la vida, los adultos estamos siempre esperando a que los niños crezcan, como si estuviéramos muy urgidos para que dejen de ser niños. Eso explicaría por qué los tenemos tan sobreagendados.
Una dramática novela que da cuenta de los aspectos negativos del autoritarismo para las familias, y no sólo para los niños, es el libro de John Boyne, “El niño con el pijama a rayas”. Por supuesto tiene muchas interpretaciones además de la que expondremos en esta columna.
El padre del niño protagonista es una figura autoritaria que estaba muy lejos de lo que sus hijos pensaban, sentían y de cómo interpretaban la realidad. Ciertamente, en alguna medida, todos los adultos estamos muy lejos del mundo interno de los niños, pero al menos tenemos una intuición de lo que les sucede.
Habitualmente la forma de relación que establece con los hijos se basa más en lo que se quiere decir a los niños que en darse el tiempo de escuchar y de comprender cómo el niño está registrando emocionalmente las situaciones que viven.
Por ejemplo, como en el caso del protagonista, cuando un niño se cambia de casa, los padres no se conectan con que el niño puede tener muchísima pena por tener que dejar a sus amigos. Ciertamente no se trata de que la familia no se cambie de casa, pero resulta indispensable que el niño tenga donde “vaciar sus penas y como descomprimirse”.
Una vez que el niño tiene la posibilidad de que alguien entienda y sepa lo que le sucede, se sentirá mejor, porque se sentirá comprendido y atendido. Sentir que los que los cuidan, tienen oídos para escucharlos empáticamente, es un factor no sólo para que el niño se sienta bien, sino que previene acciones peligrosas que eventualmente los niños pueden cometer.
Los sistemas autoritarios tienen muchas zonas prohibidas sobre las cuales los niños no deben conversar ni preguntar, por lo cual el niño enfrentado a este tabú organiza sus propias teorías, como sucede con la sexualidad por ejemplo.
En la novela que citaba al comienzo, en el escritorio el padre había un letrero que decía, “Estrictamente prohibido entrar y sin ninguna excepción”. La mente de los niños generaliza y tiende a bloquear los canales de comunicación con los adultos que ponen estas barreras. Uno se pregunta y ¿qué pasa si hay un incendio y si alguien tiene un accidente? ¿No sería necesario considerar las excepciones?
Las familias autoritarias suelen ser muy categóricas en sus mensajes, lo que casi siempre es un error, porque siempre hay excepciones. Por ejemplo, es bueno obedecer a los adultos, pero si alguien trata de abusar sexualmente, aunque sea mayor, no hay que obedecerlo. Los sistemas autoritarios muchas veces, por falta de información, cometen enormes errores. Las personas autoritarias “creen que se lo saben todo y que tienen la razón en todo”.
La representación social de la infancia es que los niños tienen que obedecer y los adultos siempre tienen la razón. En esa lógica hemos sido educados, por lo que a veces se nos olvida conectarnos con lo que realmente le sucede al niño. Ojala pudiéramos acercarnos a ellos para entender su lógica, y no nos quedemos fuera de algo importante.
¿Qué les está pasando a los niños? ¿Cuáles son las creencias que tienen?
Es necesario no desestimar la percepción de los niños para que no nos pase como al padre del niño protagonista del libro, que demasiado tarde comprendió lo que había pasado con su hijo. Una relación más horizontal sin duda facilita la comunicación y nos hace prevenir muchos riesgos.
Por: Neva Milicic (sicóloga)
¿Cómo aprenden los niños?
Preguntarse cómo aprenden los niños puede ser el punto de partida para repensar cómo se les enseña, y reflexionar si las estrategias que utilizamos favorecen o obstaculizan el aprendizaje.
Ciertamente los padres atentos a las necesidades de sus hijos son un factor decisivo en el rendimiento de los niños. Sin embargo, con la mejor intención, algunos padres pueden ser excesivamente controladores, exigentes y dominantes, privando al niño de autonomía y sobre todo limitando su placer por aprender. Así, los niños tienden a asociar el aprendizaje como algo negativo, más que una experiencia positiva en que aprender se asocia con placer.
Otro error frecuente es delegar excesivamente el aprendizaje en la escuela. Una parte importante del aprendizaje se da en las películas que se ven, en las conversaciones que se escucha, en los juegos que se realizan, en las experiencias que se viven y en los valores que se transmiten.
El aprendizaje y el rendimiento escolar se pueden explicar por 3 ejes fundamentales.
a) El contexto escolar: Los profesores que son quienes están orientados a favorecer en los estudiantes en forma sistemática el aprendizaje de los niños son, sin duda, una piedra angular en el aprendizaje. Un buen colegio es el que es capaz de adecuar el currículum al particular estilo de aprender y al ritmo de aprendizaje de cada niño. No hay un establecimiento que sea universalmente bueno para cada niño.
Un colegio bilingüe no será apropiado para un niño con poca habilidad para los idiomas, así como no será adecuado buscar un colegio con alto nivel de exigencias para un niño con problemas de aprendizaje. Aquí cabe recordar el dicho “más vale cabeza de ratón que cola de león”.
Un buen colegio elige y capacita a sus profesores para que sean acogedores y sean capaces de invitar al niño a aprender de una forma motivadora.
b) La familia: Tal como se planteaba al comienzo, la familia es responsable de estimular en el niño su interés para aprender y de estar cotidianamente apoyándolo y proveyéndolo de experiencias y recursos de aprendizaje, pero quizás la tarea más importante sea generar en el niño un sentimiento de autoeficacia, valorando sus esfuerzos y sus progresos y no necesariamente esperar el logro máximo.
c) El niño o la niña: Este es el tercer eje del aprendizaje. Cada niño es diferente al otro, todas las personas tienen talentos diferentes y es necesario saber pesquisarlos. Los buenos padres y profesores son aquellos que son capaces de percibir las competencias más que los déficits de los niños y que les dan oportunidades de realizarlos. Si un adolescente tiene talento para la música, no lo prive de sus clases de música para castigarlo porque no rinde como usted espera.
Si el niño tiene talento para escribir, cómprele libros, imprímale sus poesías, y lea lo que escribe.
Los niños dan señales de cuáles son sus intereses y sus talentos. En los aspectos más débiles, es necesario apoyarlos en lo posible con asistencia especializada, pero sin sobrefocalizarse. Un niño debe percibir más para lo que es bueno que centrarse en aquello que le es difícil. No ser bueno para el deporte es un dato más, no el central. Los datos más importantes son aquellos que constituyen las fortalezas de los niños.
Experiencias educativas como asistir a museos, a planetarios, poner a su disposición libros y CD, con información en cosas relevantes; elegir programas de Discovery Channel o Discovery Kids, comentar noticias de diferentes áreas del conocimiento que salen en revistas y periódicos, validan y amplían el mundo cultural de los niños.
En síntesis, los niños aprenden cuando su ambiente es estimulante, es capaz de realizar propuestas interesantes para aprender, pero sobre todo, cuando perciben en sus padres personas, que confían en su capacidad de aprender y que reconocen sus logros de manera entusiasta y generosa, creando así en ellos una actitud positiva hacia el aprender.
Por: Neva Milicic (sicóloga)
La creatividad y los mapas mentales
La creatividad es la capacidad de tener ideas nuevas y originales, de resolver los problemas, sean grandes o pequeños, de una manera nueva y diferente. Los grandes pensadores y los científicos que han aportado soluciones reales a los problemas de la humanidad y que la han hecho progresar han sido siempre personas creativas.
En toda persona y en todo niño hay un enorme potencial creativo, que muchas veces se encuentra bloqueada, y se ha planteado que la educación que los niños reciben en sus familias y en el contexto escolar es uno de los factores que aprisiona la creatividad de los estudiantes. La creatividad se atrapa y se limita por muchas razones y quizás la más frecuente es aquella que consiste en hacer creer a los niños que existe una sola manera correcta de hacer las cosas y dejarlos atrapados en una manera lineal de ver la realidad.
En el enfoque racional y convergente de la educación se estimula al niño o a la niña a pensar en una sola dirección y en un solo tipo de respuesta. Cuando, por el contrario, la estimulación recibida ayuda a usar diferentes formas, colores y estímulos, los estamos incentivando a desarrollar su potencial creativo.
La mayor parte de las personas que han sido considerados por la humanidad como genios han sido capaces de liberarse del pensamiento lineal y ello explica en gran medida su creatividad.
Los mapas mentales, propuestos por Buzan como estrategias para favorecer el de aprendizaje, han sido también utilizados como una forma de desarrollar la cualidad. Información sobre esta técnica puede encontrarse en mi libro “Construir la familia que soñamos”.
Las notas previas con que los genios realizan los preámbulos de inventos han sido consideradas en muchas ocasiones una forma de mapa mental. Estos mapas mentales son como diagramas en que se diseñan de diversas formas las ideas que van surgiendo en torno a un tema central. Se utilizan aquí el leguaje de los colores, los diagramas, los símbolos los gráficos, es decir, todo aquello que libere a la persona de un pensamiento puramente lineal.
El ejercicio es muy sencillo, en una hoja de papel en blanco, al centro ponga una palabra cualquiera que para el niño pueda resultar motivante, un desafío o un problema. Pídale que asocie libremente utilizando símbolos o colores o formas, todo lo que relaciona esa palabra y lo dibuje o escriba. Verá como descubre nuevas perspectivas. Ponga, por ejemplo, al centro, la palabra juego y pídale que con ella, ocupando toda la hoja, asocie libremente a través de imágenes, códigos secretos y palabras. Se sorprenderá de cuántas asociaciones es capaz de hacer un niño y como se enriquece su perspectiva de lo que es el juego para él.
A lo mejor no todas las personas pueden realizar una obra creativa que trascienda a la humanidad. Pero todas las personas tienen el derecho a vivir su vida en forma creativa. Sentirse creativo da felicidad y es liberador y permite vivir más plenamente.
Quisiera compartir con usted unas palabras de Imre Kertz, que fue Premio Nobel de Literatura el año 2002. Él las escribió en su libro “La lengua exiliada”. El texto es el siguiente: “Vivir la vida, que os ha tocado, y vivirla de tal manera que nos llegue plenamente, esa es la tarea, donde quiera que vivamos”. Vivir la vida en forma creativa es una buena herencia para dejar a nuestros hijos, de manera que no vivan presos y oprimidos por la rutina cotidiana.
Por: Neva Milicic (sicóloga)
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