jueves, 31 de julio de 2008

Escuela para Padres

Mirar el mundo desde la perspectiva de los niños

Las personas realmente inteligentes cognitiva y emocionalmente tienen una virtud fundamental, que es la capacidad de mirar la realidad desde la perspectiva de los otros y es por ello que pueden cambiar y anticipar las consecuencias de sus actos, en función de las señales que captan de su medio social.
Un buen ejemplo de cómo esta capacidad de mirar el mundo, desde la perspectiva del otro, puede generar cambios, lo constituye en el campo de la educación, María Montessori, quien fue la primera mujer en licenciarse en medicina en Italia. A ella le interesaban mucho los niños, y al visitar los jardines infantiles y las escuelas de educación básica, se dio cuenta de que en gran medida, estos establecimientos educacionales, estaban pensado desde la perspectiva de los adultos y no desde la mirada de los niños. En su opinión los muebles eran grandes y pesados, las reglas eran militarizadas y estaba ausente en el currículum la naturaleza y el color.
La mirada de María Montessori se centró en ver qué es lo que los niños requerían y les interesaba. Así diseñó muebles apropiados para su tamaño, juguetes educativos atractivos, y se preocupó que la naturaleza y la vida cotidiana estuvieran incluidos en el currículum de los niños. Este cambio de mirada, sin duda -aunque no suficiente aún- cambió el mundo de la educación, y comenzó a atender las necesidades de los niños.
Cuando un niño de pocos años es arrastrado por un centro comercial durante horas -incluso a lo mejor no querrá ir porque como decía un niño pequeño: “solo veo rodillas”- implica una visión adultista. Posteriormente y de manera lamentable irá acomodando su visión de mundo, y a lo mejor perderá muchos de sus intereses por la naturaleza y por el juego, y tenderá a desarrollar su espíritu consumidor, porque se hará por costumbre adicto.
Otro ejemplo de mirar al mundo desde la perspectiva de los niños, lo constituyó la institutriz Hellen Keller, quien fue capaz en esa época de enseñar a una niña ciega y sorda-muda, y desarrollar su inteligencia social. La fuerza de un vínculo entre ambas, que duró toda la vida, la iluminó para enseñarle desde lo que ella podía aprender. No es casualidad que la primera palabra que ella lograría decir fuera “doll”, muñeca en inglés, pues muy probablemente, esta muñeca era en el mundo de esta pequeña niña un elemento central de su seguridad afectiva. También le enseñó a partir de las vibraciones de los labios a hablar y ella aprendió a hablar no sólo su legua materna sino varios idiomas. Esto es saber desde la mirada de un niño.
Quizás sería bueno hacer un esfuerzo consciente y deliberado, ojalá con un papel en mano, para ver qué están viendo y viviendo nuestros hijos del mundo, y a qué experiencias los estamos exponiendo. Piénselo y a partir de allí a lo mejor puede diseñar para ellos experiencias y actividades que estén más acordes a su desarrollo y a sus intereses infantiles.
Quizás sería bueno dar vuelta su forma de mirar los problemas, ponerse en los zapatos de los hijos, mirar el mundo con sus ojos. Quizás eso nos abra perspectivas que enriquezcan la forma de educar y relacionarnos con los niños.

Por: Neva Milicic (sicóloga)

La Mujer y su mundo

Las madres: para siempre

Ser madre es tal vez el más complejo de los roles que nos toca vivir. Primero porque es para toda la vida, los hijos se quedan, hasta nuestra muerte, si tenemos la suerte de no verlos morir. No son una crisis que se resuelve y dura poco. Dura para siempre. Eso es único.
Las madres dan la vida, una vida que se hizo de a dos, pero que cobija sólo uno, que amamanta sólo uno. Y esa relación que es dada por la biología, es definitoria y definitiva. Hay muy pocas cosas definitivas en el mundo de hoy. Ser madre se hace entonces algo cada vez más único. Los vínculos familiares son cada vez menos obligatorios y sólidos, en los tiempos modernos que vivimos. Sin embargo y a pesar de cualquier conflicto, las madres son las madres. De una manera peculiar, inexplicable a veces, la madre ya sea por su ausencia o su presencia, por su solidez o fragilidad, por su calidad o su defecto, es un vínculo que aparece siempre en las crisis, en la cercanía de la muerte, en la soledad, en los momentos límites. De casi todos los seres humanos en casi todas las épocas de la vida.
No es fácil entonces aceptar ese rol para las mujeres, porque concentra lo más sublime y lo más peligroso, lo más querido y lo más temido. Dicen que lo único peor que ser madre es no serlo. Eso habla de un vínculo difícil. Porque hagamos lo que hagamos, no tenemos como hacerlo todo lo bien que quisiéramos.
San Pablo dice en una de sus primeras cartas, que se vuelve a la vida desde la muerte en el amor. Eso es lo que les pasa a las madres, que para bien o para mal, aprenden a querer porque son madres.
Las mujeres de hoy sufren porque se cansan, se enojan, se desesperan, se decepcionan, sufren, por causa de los hijos. ¿Quién dijo que el amor era sin dolor? A veces es más fácil aceptar de partida que todo lo sublime tiene un pedazo de infierno. Así es. En la vida sin certezas y llena de peligros en que viven los jóvenes, las madres tienen poca protección que ofrecer y poco que decir. No importa. Nadie les pide eso. No somos responsables de la vida de nuestros hijos. Somos responsables de quererlos a pesar de lo que sea. Y eso es mucho, muchísimo. Somos el lugar más seguro, aunque los eduquemos y los castiguemos y obliguemos a asumir sus responsabilidades, seguimos siendo lo más gratis que tendrán jamás.
¿Hay algo gratis y seguro en nuestras vidas? Nada o casi nada.
Ser gratis y segura es un regalo, el mejor, el más único, el más original, el más definitivo.
Invito a las madres a celebrar este nuevo día de la madre sin culpas, sin recriminaciones. Somos las que somos, mejores o peores, pero somos únicas.

Por: Paula Serrano (Sicóloga)